free credit rm30 Vida Cotidiana y Psicología Social

Vida Cotidiana y Psicología Social

(Publicado en El Semejante - Año 7 Nro. 47 de mayo de 2008; en La Silla del Coordinador con fecha 5/3/2014 y en 1968 Grupalista: Biblioteca de Psicología Social Pichoniana con fecha 11/3/2015)

(Incluido su video en mi Canal Oficial de YouTube)

VIDA COTIDIANA Y PSICOLOGIA SOCIAL

La vida cotidiana suele estar presa de tradiciones y costumbres que no cuestionamos, entendiendo aquí por cotidianidad una forma de desenvolvimiento que poco a poco va adquiriendo nuestra propia historia singular. Implica reiteración de acciones en una distribución diaria del tiempo. Vida cotidiana es, pues, intercambio simbólico-dialéctico llevado a cabo por los sujetos y sostenido por sus redes vinculares. Por ende, podemos definir a la vida cotidiana como las manifestaciones inmediatas -en un tiempo, en un espacio y en un ritmo- de las complejas relaciones sociales que regulan nuestro existir en una época concreta. Todo para qué individual resulta un modo determinado históricamente: tiene en sí su propio sentido y temporalidad.

Nuestros hábitos son nexos que traman la cotidianidad; algo así como la manera en que ocurre lo existente mismo. Muchos de nuestros modos de vivir se transforman en mecanismos irreflexivos, no conscientes, sea de acción o de in-acción. Aceptamos los hechos cotidianos como partes de un todo conocido, es decir, como lo que simplemente es (el "ser-en"). Ello permite a cada individuo reconocerse a través de una serie de funciones fijas, inmutables. Y eso adquirido es incorporado a nuestro ser, e integrado para compensar los sentimientos de vacuidad y despersonalización que nos afligen como humanos. Con lo cotidiano adquirimos un rostro, un lugar en el mundo. La sociedad toda se nos hace una red vincular, un entramado relacional.

La vida cotidiana se expresa en un sinnúmero de hechos, actos, vínculos y actividades que se nos presentan en forma de trama, como mundo-en-movimiento. Se trata de hechos múltiples y heterogéneos, de difícil clasificación, en los que toma cuerpo y se patentiza -en forma fragmentaria e inmediata- la relación entre necesidades y metas. La costumbre y la cotidianidad son modos en que la facticidad aparece como dada por supuesta, mientras nuestra atención dormita. La manera puntual en que los sujetos asumimos nuestro destino debe considerarse como un elemento constitutivo de esa facticidad. Pues, esta propensión a quedar absorbidos por el mundo es también el fin último más íntimo que afecta a nuestra vida cotidiana.

Un sujeto no se constituye ni se halla inserto en la sociedad toda como un espacio simbólico global, sino puntualmente en grupos concretos y específicos: familiares, de trabajo, de estudio, deportivos, religiosos, culturales, etc. Y cada ámbito tiene reglas de juego propias en lo psicosocial, en lo sociodinámico y en lo institucional. El individuo se entrega siempre a un orden. De allí que cuando el hombre de la calle advierte que el engranaje social en el que se ampara se le hace inestable y logra comprender que esas normas fijas sobre las que se desliza plácidamente su vida cotidiana cambian y se modifican, es sacudido por una sensación de incertidumbre e inseguridad: la inquietud de sentir que el piso cede bajo sus pies.

Ahora bien, la Psicología Social Argentina se propone como una crítica de la vida cotidiana. Esta disciplina científica asume una permanente indagación-acción del acontecer cotidiano, analizando siempre el devenir de las necesidades de los hombres en su organización social específica. La tarea del operador psicosocial sólo puede ser comprendida desde esta perspectiva: la investigación de la realidad en la que estamos inmersos para esclarecer y esclarecernos en la explicitación de lo oculto, de lo latente. Decimos que a cada organización social y a cada época histórica corresponde un tipo concreto y puntual de vida cotidiana. Para cada uno de nosotros, el mundo es el que vivimos con los otros: el implacable interjuego del hombre y su universo.

Desde nuestra profesión, sostenemos que se trata de dilucidar los prejuicios y preconceptos en los que el sujeto está sumido y, por qué no, también atrapado, alienado. No se puede aprender (ni aprehender) si cada uno permanece cerrado y rígido en su propio círculo de opiniones. Comprender y comprenderse incluye un nutrirse de lo extraño. El entendimiento de una situación cualquiera de nuestra cotidianidad es dejarse decir algo distinto por ella. De allí que la óptica de la Psicología Social consista en hacerse cargo de las propias anticipaciones estereotipadas, como la única manera de que otro sentido pueda advenir en lo cotidiano. Nuestra mirada apunta a que quienes tengan un para qué logren más fácil encontrar el cómo.

Así, en lo que hace al movimiento de lo que podemos denominar nuestro propio desconocimiento, cabe señalar que los diálogos platónicos resultan aquí claramente ejemplares, pues con ellos hemos aprendido que no es a los otros, sino a lo otro de uno mismo, a quien cuestionamos a través de los demás. Nuestra mirada psicosocial nos aporta dos ejes claros de comprensión: uno, mostrándonos que somos profundamente extraños para nosotros mismos; y el otro, que el modo de comprender nuestro estar en el presente depende de la forma de recibir y cuestionar la tradición de la que somos parte. Siempre será importante cómo recepcionemos lo imprevisible, lo inhabitual o el contratiempo en aquello que cotidianamente nos acaece.