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Recordando al Amigo

(Publicado en El Semejante — Año 11 Nro. 80 de octubre de 2011)

RECORDANDO AL AMIGO

Hace un año nos dejaba Ernesto Bronstain. Hoy quiero recordarlo en estas breves líneas, ya que juntos vivimos una muy linda y productiva amistad. Fundador del periódico El Semejante, pude participar escribiendo en sus páginas a lo largo de muchísimas ediciones. Al enviarle mis notas y artículos, siempre recibí de Tito un respaldo compañero y fructífero. Era permanente su aliento con el fin de seguir difundiendo diversos temas vinculados a nuestra querida Psicología Social.

Algo similar ocurrió con su programa radial Vínculos, al que fui invitado en varias oportunidades desde el año 2004 en adelante.  Bajo el lema “un proyecto para compartir”, allí se  abordaban múltiples aspectos psicosociales de nuestra  vida cotidiana. No fue casualidad que el subtítulo de su periódico mensual  destacase —en cada una de sus ediciones— que el sujeto se construye en un mundo con otros. Y precisamente Ernesto fue un otro trascendente  en mi mundo y en mi vida.

Con Tito Bronstain integramos la Comisión Directiva de la Asociación de Psicólogos Sociales de la República Argentina (A.P.S.R.A.), lo que significó un cálido compartir semana tras  semana a lo largo de nuestro mandato. Afortunadamente, conocimos a numerosas y destacadas  personalidades del ámbito de la Psicología Social, tanto de nuestro país como de otros países hermanos. Y con todos ellos nos enriquecimos e incluso llegamos a trabajar en varios proyectos comunes.

También participamos en la organización de las Jornadas Latinoamericanas de Psicología Social, realizadas en el Palacio San Miguel para celebrar los cien (100) años del nacimiento del maestro Enrique Pichon-Rivière, los cincuenta (50) años de vigencia de esta disciplina en nuestro territorio y los veinte (20) años desde la creación de A.P.S.R.A.  Del 23 al 25 de junio de 2007 recibimos e interactuamos con profesionales uruguayos, brasileños, chilenos,  colombianos, cubanos, entre otros.

Y finalmente me tocó vivir junto a él su penosa enfermedad; un accidente cerebro vascular (ACV) al que le dio pelea hasta que sus fuerzas se apagaron. Yo pasaba a buscarlo por su casa y caminábamos —muy lentamente y acompañado Tito  por su bastón— hasta un bar cercano, donde tomábamos un café y charlábamos amigueramente. Por eso, desde estos pocos y sentidos  párrafos deseo recordarte con un querer fraterno… y decirte simplemente: ¡hasta el próximo encuentro!